domingo, 29 de enero de 2012






Bájame esa estrella que yo tengo prisa por verla. Cuéntame en minutos, como a las canciones. Y mide mi cariño con termómetros, para que me den cura de estas emociones. Sangro y rasco las heridas. Y duele, duele tanto como el miedo. Como la oscuridad de mis noches en silencio. Como todo lo azul que se vuelve negro o como este cielo gris siempre eterno.  Como la vida entre llamas. Como luces que se apagan y un corazón encendido. Ese suspiro que genera un batir de alas o un pestañeo que recrea al viento. Por la metáfora de mi vida, que no es tan distinta de la tuya. O por unos altavoces que vibran y rompen estas cuatro paredes. Que me ahogo porque no tengo más remedio. Inexacta como el tiempo y entre latidos como la sangre. Mil vicios que perduran y sólo un par de razones para tenerlos. El azar que me lleva por caminos de lujuria y la suerte que me tortura cuando creía que no podría haber más miseria. Rutina de promesas rotas, artículas de sufrimiento y un sentimiento que va mucho más lejos que esto.

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