viernes, 9 de diciembre de 2011

Cuento días de verano mientras me cantas canciones al oído. Muy bajito. Paraque no nos oiga nadie. Porque el momento es sólo nuestro. Al igual que losrecuerdos, nuestros para siempre. Nuestras respiraciones se sincronizan con losgolpes de nuestros corazones, y en aquella habitacion, hicimos el amor. Anuestro alrededor el tiempo pasaba. Se iba para que le echásemos de menos. Y ennuestro mundo, todo se congeló. La ciudad se iba apagando, y así, también lohizo el amor. No nos volvimos a encontrar. Nunca volvió a haber un te amo deesos escritos en cartas guardados en mi billetera. El misterioso ciclo de tupestañeo me enseñó que, cuando pestañeabas tres veces seguidas, era porqueestabas contento. Y si fruncías el ceño, que las cosas no iban también como loque habías esperado. Pasé nochescontando los lunares de tu espalda, y ahora las paso contando compases deestrofas nostálgicas. ¿Y qué si tu realidad y la mía tropezaron aquella mañana?¿Y qué si alguna vez se vuelven a encontrar? Has llegado a un punto en el queno distingues realidad, de fantasía. Los momentos ya no son nuestros y lossusurros se esfumaron entre el ruido de los coches a las siete de la tarde.Ahora pasas las tardes observando el cambio de luces de los semáforos. Y yo,contando los coches que pasan en la calle donde nos besamos la primera vez.Quizás no estemos hechos de eso que hace falta. Quizás tus pasos retumban en laacera más que los míos, y quizás mi sonrisa se fue con el viento que también sellevaba a la tuya. Las palabras de amor se fueron en este nuevo tiempo quellegó hace nada, y supongo que para quedarse. En mi ya no existen ni príncipes,ni princesas. Tampoco hay magia. Sólo dolor. Y los recuerdos de un pasado queprobablemente sea mucho mejor que el hoy.

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